lunes, 23 de marzo de 2009

Another Rainy Day, Otro día Lluvioso.





y que quizá en mis párrafos siempre estés obligado a aparecer, los años ya me parecen una mentira blanca, ingeniada por el tiempo para hacer que los cielos se decrezcan entre sí, -es solo otro día lluvioso.- He estado tomando palabras prestadas a viejas canciones, las coloque en una posición transversal a las frases que guarda el viento, y a los infinitos verbos que trae el amor que siento por ti, es tan solo una bocanada de líneas barrocas pero me da una conclusión acerca de las gotas que caen en su perpetua verticalidad, -me gustan los días lluviosos, me hacen recordarte, me gustan los días lluviosos, son ellos los que me hacen amarte.-

Y yo que tan sólo trato de acostumbrarme a la primera primavera sin ti...

domingo, 22 de marzo de 2009

Quizá ya es primavera...




Y que yo jamás habría vuelto a tocar una pluma, jamás habría vuelto a tocar un papel, hasta que los soliloquios que se esconden entre el vaivén de la vida me hicieron recordarte, me hicieron hablarte…y así es, logre hablar de ti frente a conglomeraciones de personas quizá imaginarias, pero lo hice, solo para admitir que aun te amo.

Cierro los ojos, y en mis manos sostengo el vano recuerdo que queda de las cenizas del invierno plateado, quizá el viejo olor a almendras que la brisa arrastra para despedir a esta temporada, o quizá quede un arcano recuerdo desmenuzado por el polvo de los días que llevo sin pensar en ti.

-Es mentira-, lo sé, lo admito, quizá jamás la vida coloque tus lejanas miradas entre mis brazos, y jamás las estrellas te miren enamoradas como lo hacen cada noche, cuando pienso en ti. –Otro día lluvioso-, inaugura las brisas de la primavera, que sigue sus corazonadas como si fuesen el acoso neurótico que dejan los trazos en el atardecer, -y que las armónicas decidan cantar, como alguna vez lo hicieron las trompetas enamoradas-. He de considerarme estúpido, profundamente estúpido, yo, que llevo cuatro meses contados sin ver tus ojos verdes, y exactamente hoy, aún sostengo el recuerdo como acostumbro a sostener viejas metáforas que se apoderan de mis fugas frontales.

-Son solo cortes de papel-, eso es mi corazón, cortes de papel, que deciden vagar a la deriva de la poesía, aun la alojo en mi corazón, sonrojada como el primer día que vi tu rostro, envuelto en los tramas solares que te hacían poseedor de una belleza particular, aún conservo la poesía de los primeros días, aún, a más de un año de amarte sin comentar palabra alguna.

Como lo hace el sol poniente.





Tuyas son las letras que escribe mi alma,
tuyas mis palabras y las líneas de mi cielo,
tuyos los rayos del sol que la tierra salva cada noche,
tuyas mis manos que te escriben mis anhelos.

Tuyos los recuerdos que le cuento cada día al ocaso,
tuya la esperanza clariazul que rodea tus mariposas amarillas.

(...)



Tu, que quizá seas estos cuatro vientos que soplan el cabello de la noche
quizá seas las palabras que se asoman desde mi pluma
quizá seas, el suspiro de mi alma enamorada.

Quizá vuelvas a mí como lo hace el sol poniente,
como vuelve cada tarde a los brazos del mar solitario.

Quizá yo deba esperarte, arropado entre los brazos del invierno
convaleciente ante el ciego consuelo de los atardeceres,
arropando a la madrugada con los trozos de tu ausencia.

Quizá deba esperarte toda la vida.

"Just Like the Setting Sun,
it Returns to The Lonesome Ocean."

Poesía de Aquelarres





(I)

Dejadme trenzar el cabello de la historia
y sostenerlo como una vieja metáfora aferrada a nuestra cabeza
hasta que mirar hacia atrás deje de ser un tic nervioso.

Ven y corta mi cabeza con este as de tréboles,
decapita mis segundos con tu don de la clarividencia
que ataste el pecado a mis manos
y se ha enredado a las letras que abortan mis dedos.

Dejadme acá, con la lujuria caminando entre tus piernas
que contarte mi historia se vuelve un pecado:


(II)


...

De tanto hablar me volví antagonista de tus palabras
y mi nombre se hizo el epónimo de la ira
...y la muerte quedó marcada para siempre en mi anillo de matrimonio.

Mí vida nació viuda.

(III)

Y hoy cargo mi epitafio marcado en la frente,
grabado en los parpados para saber que existe.

(IV)

Hasta que una noche empecé a oír voces,
hijas del incesto entre los cantos gnómicos,
y las alabanzas doradas que se esconden bajo la cama;
voces, que fueron concebidas en secreto,
a orillas de las letras mudas que guarda la vida.

(V)

Luego mi vista empezó a engendrar ilusiones,
y la realidad se convirtió en el reencuentro deforme de la crisis de los dioses.

(VI)

Nunca supe escribirle al sol. (Pero si aullarle a la luna.)

(VII)

Tampoco supe recoger las magnolias detrás de tu esfenoides
como si cada mancha de sangre estuviese configurada en la pared,
y nos hubiésemos perdido en el imperio óseo más allá de la noche.

(VIII)

Quizá las nubes acojan mi canto,
quizá la vuelva el viento su melodía,
o quizá que de aquelarres quede mi poesía.