miércoles, 14 de octubre de 2009

Y que no dejes que el frío de octubre te entristezca, ni que las lunas ciegas te hagan pensar en mi, porque yo ya me habré ido. Ni que el olor de la madrugada te despierte con lágrimas, ni que las gotas del rocío hagan inverosímil la vida, ni que la nostalgia se vaya como el circo, a florecer con las margaritas. Nunca olvides que mis labios te amaron, como lo hicieron los años y las tardes del otoño y también mi poesía y mis ojos árabes, como te amaron mis manos por toda la vida. Nunca olvides como yo te miraba, con los ojos cundidos de lágrimas, y el corazón atiborrado de tristeza, como yo te miraba (...) la ultima de mil veces, como miraba yo la anatomía de los crepúsculos en tu piel. Nunca olvides que yo te amaba.

-Qué dolores guarda el amor- admito que nunca volví a saber de ti, y que morí en los labios ajenos a los tuyos, morí mil veces de amor en las lunas plateadas, y en el frío de tus recuerdos de piedra maciza.

En las curvas de mis calles gitanas los cedros floridos entre el polvo del olvido aun te recuerdan, yo también lo hago, como siempre pude hacerlo...